"Asi, Jesus mio, el alma que se hunde en el oceano sin riberas de tu amor atrae detras de si todos los tesoros que posee."
Teresita de Lisieux.
Desde muy pequenita disfrute de cuanto chapuzon pudiera darme en la pileta del patio de la casa. Adoraba sumergirme y refrescarme, creia que estaba en el mar y que de un momento para otro iba a encontrarme con algun pez o tal vez una estrella marina. De mas grande, en la escuela secundaria, recibia reprimendas de la profesora de educacion fisica mientras tomabamos la clase de natacion. "Romina no hay que bucear, hay que nadar". Y yo no podia evitarlo, era tan placentero, como no aprovechar la situacion?.
Hoy vivo en una ciudad sobre la costa Atlantica. Veo mar a diario, y si bien no experimente muchas inmersiones, sigo valorando el momento en que mi cuerpo se sumerge para ver que hay debajo, para sentir en toda la piel la caricia suave de las olas.
Asi es o debe ser esto que describe Teresita con la sencillez y humildad que la caracterizan. Digo debe ser porque nunca lo hice plenamente. Mi vida espiritual tuvo poquitos encuentros en los que logro esta tan deseada inmersion, y fueron pequenos, escuetos, trocitos de gracia, suspiros de eternidad.
En cuanto a aquello de arrastrar los tesoros, que felicidad doble no?. Ser toda de Dios como Teresita lo era y ademas, arrastar todos los tesoros aunque ya poseyeramos el mas grande.
Da para largo, el tiempo apremia. Sigo manana.